Historia, Filosofía, Religión: interfaces en la cultura comunicacional posmoderna Descripción El proyecto busca profundizar los estudios sobre la formación y la identidad de la cultura occidental contemporánea, recuperando sus dos fuentes originales: la cultura griega, pautada en el Ser y en la Razón, y la cultura judía, basada en los fundamentos de la Fe y de Dios. Se dedica a desarrollar una historia de los paradigmas de la cultura occidental desde su origen, a partir de la confluencia de sus dos fuentes, hasta el momento en que se dice que la Historia acabó. A lo largo de la investigación sobre esta historia de los paradigmas, se busca identificar los movimientos de aproximación, refutación y discontinuidad entre los fundamentos de Fe y Razón experimentados en el sistema Historia-Filosofía-Religión. El proyecto tiene por objetivo aún ampliar los estudios y las reflexiones sobre el régimen de la eficacia como paradigma cultural contemporáneo, así como verificar sus causas, efectos y desdoblamientos en la actualidad. El proyecto elaborado a partir de los resultados y desdoblamientos de las investigaciones en relación a las hipótesis ya los objetivos propuestos en tres proyectos de investigación anteriores: "Comunicación y trascendencia: el desafío de la cultura actual, entre lo moderno y lo contemporáneo" (2000 a 2003); "Una ciencia de la comunicación todavía es posible? El problema del mal en la cultura contemporánea" (2003 a 2006); "Investigación del sistema de pensamiento de la religión en el campo de la comunicación contemporánea: una nueva mirada a la verdad" (2007-2010). Se volvió problemático seguir diciendo verdad, verdad, fundamento como si fueran cosas seguras. Con el mundo, lo real, una relación tal que, desvelados sus fundamentos, de él se pudiera aprehender la verdad, y decirla - eso se volvió el totalmente no obvio. La cultura de la comunicación, que pone en contacto sujetos en torno a lo real, del hecho a ser comunicado, y ellos en conjunto encuentran su sentido (verdad), comenzó a ceder espacio a una cultura de la información, en que ya no se trata de sujetos En la comunicación, pero de operadores, de virtuales, de simulaciones / simulacros, bajo la regencia de la eficacia tecnológica. Esta palabra, eficacia, en la dimensión de término radical de una nueva formación cultural, no es una palabra inocente. Habla cosas de la energía. Excluye. Dice lo que puede y lo que no puede ser. Lo que esta palabra dice puede ser la siguiente. La cultura que aún se llama occidental funcionó, por casi dos milenios y medio, preguntando por el motivo de ser las cosas, por su razón de ser, e identificando esa motivación con el imperio de las causas, que son sabibles y comunicables. El tiempo corrió, y al final del siglo XX se interrumpieron esas evidencias antiguas. Todo vino a ser experimentado sólo por su capacidad de efectuar, efectivizar, producir efectos, almacenar, guardar información. Del fundamento-comunicación a la eficacia-información: se puede contar esa historia. Todavía hay causas, claro, ya veces es sumamente importante conocerlas, por ejemplo, para asignar responsabilidades políticas. Y cuando algo se da, y no puede ser desconocido, todavía es necesario saber de su fundamento, de modo que no se engañe con apariencias. Sólo, ante la alta potencia del ser eficaz, las causas y los fundamentos van siendo menos relevantes, menos interesantes - es menos importante estar dentro de ellas que estar por dentro. El estar por dentro significa dejarse llevar por el flujo de la información y del consumo. En ese punto de la historia, a la edad de los años 80 del siglo pasado, entró en escena el discurso, de tendencia hegemonista, llamado "posmoderno". Es un discurso declaratorio, no reflexivo, que no reconoce espesor y densidad al pensamiento, que le niega su fuerza radical, crítica. No por ser un modo superficial de pensar, sino por no ser un modo de pensar. Este discurso miró por última vez lo real y lo encontró desinteresado. Porque sólo es uno, y lo virtual, fuerte de su eficacia tecno-lógica, es muchos, es indeterminadamente todas las posibilidades de efectuar (no se trata más de causas). Es como si los racionalistas y empiristas del primer moderno hubieran tenido razón al excluir lo real (lo sensible) del plano del conocimiento. Como si. Porque el reconocimiento llega tarde, el "post-moderno" no tiene condiciones de pensar la "muerte" de lo real. Para pensarla habría que evaluar su carga de verdad, y la verdad exige el reconocimiento de fundamentos, y los fundamentos ya no hay, dicen ellos. En el reino del virtual, se trata de la infinita remisión de imagen la imagen, la imagen, la imagen, sin referencia a un real que pudiera (incluso perdiendo la apuesta) proponerse verdadero. Una especie de nominalismo que también llegó tarde, pues no hay más universal, de cuya naturaleza real o semiológica se pueda todavía cuidar. |